jueves, 25 de junio de 2009

- Mi Amigo, El Pintor

Mi amigo el Pintor

Lo conocí cuando era muy niño, su carácter jovial y alegre lo identificaba, siempre con una sonrisa en los labios, con sus amigos contemporáneos él era el que ponía el sabor, el salero, la chispa, la palomillada sana, se podría decir que es de los tipos que cuenta con un millón de amigos, muy conocido en Máncora.

Cuando mis padres me desterraron a la capital para que yo estudiara, le perdí el rastro, muchos años después lo volví a ver, me enteré que estaba estudiando en bellas artes, había tomado la determinación de ser artista, quería ser pintor. No conocía de su noble vocación, hasta que ví por primera vez unos de sus obras de arte, me quedé fascinado por su pintura y sus temáticas, siempre ligados al mar y la vida cotidiana de Máncora, de sus pescadores, de sus paisajes marinos de sus gordas simpáticas, de su quijote en el mar, etc.

Era el año 94 cuando recién me había graduado en la universidad, mi poder adquisitivo había mejorado y me estaba – en buenos términos – destetando, había ingresado a trabajar por primera vez a una consultora, por esa época, el país atravesaba por un proceso agresivo de privatizaciones, el estado contaba con ingentes recursos y esto se veía reflejado en mi especialidad, se requería de jóvenes profesionales para efectuar estudios y proyectos de electrificación en todo el país. Trabajaba con mucho entusiasmo de paso aprendía mucho y ganaba experiencia, me gustaba lo que hacía, me di cuenta de mi verdadera vocación, elaboré diversos proyectos con un grupo de profesionales muy talentosos en la consultora, ahora, después de mucho años veo que contribuí en parte a mejorar la calidad de vida de muchos de mis paisanos.

En unos de esos días, me encontré con unos amigos mancoreños en Lima, se encontraban vendiendo unas pinturas, inicialmente desconocía de su autor, pero me dí con la feliz sorpresa que el autor era mi amigo, al que le había perdido el rastro, al que emigró a Piura a estudiar y posteriormente no contento con su formación en Piura, emigró a Lima a la plaza mayor, La escuela de Bellas Artes. Me llené de gran regocijo al saber que estaba encaminado a ser unos de los pintores muy reconocidos en el medio artístico.

Me enamoré de dos de sus obras de arte y las pude comprar, hoy es parte de mi tesoro personal. Posteriormente averigüé de su paradero, vivía en la famosa Quinta Heren de los Barrios Altos, en la cuadra trece del Jirón Junín. Barrios Altos lo conocía como la palma de mi mano, mis tíos viven en los Barrios Altos y viví por muchos años en ese barrio tradicional de la Lima antigua.

Siempre pasaba por el frontis de la escuela de Bellas Artes camino al colegio donde estudiaba, por cierto, mis padres me enviaron a Lima para que culminase mi secundaria y me vaya formando en la futura vida que me esperaba de cara a mi formación profesional. Nunca nos cruzamos mi amigo y yo, pero siempre he admirado el arte, muy incomprendido, solía apreciar las obras de arte de los jóvenes estudiantes; confieso que el arte no es mi don, pero lo aprecio.

Ubicado el paradero de mí amigo, un buen día lo fui a buscar para saludarlo, lo encontré en plena producción artística, con sus pinceles y pinturas multicolores, se sorprendió al verme, dejó de lado su inspiración y nos pusimos en una tertulia que duró varias horas. Recuerdo que compramos algunos Roncolas para matizar la conversación, le confesé mi admiración por sus pinturas, un halago que lo recibió con mucha humildad. Hablamos de muchas cosas, de su admiración por Lenon, de la música, de sus cuadros y de Máncora obviamente. Muy entrada la noche me despedí con la promesa de volvernos a encontrar, tuvieron que pasar algunos años más para reencontrarnos, esta vez fue en Máncora.
A medida que el tiempo transcurría, me iba enterando del crecimiento artístico de mi amigo, en ese mundo de la pintura su nombre se le escuchaba en repetidas veces, cada vez que escuchaba de él, observaba sus pinturas en la sala de mi hogar con gran admiración, al parecer ese vínculo de amistad me conectaba a su arte que brotaba de su pincel evocando siempre a su paisaje marino, a su querido Máncora, a su gente amable bronceada por ese sol radiante de este suelo norteño.

No puedo evitar visitar a mi tierra, siempre suelo ir aunque sea por muy pocas horas, siento esa necesidad, allí están mis amigos, mi infancia, mis cerros, mi playa, mi sol y muchas cosas pequeñas, extraño mucho ese Máncora que se fue, producto de la globalización, de esas playas vírgenes, de esos cerros pelados, hoy es una pequeña ciudad cosmopolita, de ciudadanos de mundo. Pero por esas cosas inexplicables sigo visitándola, hoy con mi familia.

En uno de esas visitas, nos encontramos de casualidad nuevamente. Algunos años han pasado desde la última vez que nos vimos en su morada en la Quinta Heren. Nos saludamos efusivamente y quedó en mostrarme sus maravillosas obras de arte. Me llevó a su casa, primera vez que me invitaba a su hogar, me quedé impresionado cuanto había caminado para llegar a donde se encontraba actualmente. Su casa de por sí es una obra de arte, su taller con vista al mar es el lugar ideal para producir, para expectorar ese arte que lleva por dentro. Tuve el privilegio de recorrer toda su muestra conjuntamente con mi amigo, intercambiamos opiniones, fueron algunas horas y me volví a enamorar de unas de sus gordas, vi a sus quijotes a sus abstractos a sus jugadores a sus pescadores a sus cholas pescaderas a sus botes a sus balsillas a sus caballos y muchas cosas mas, por doquier veía arte, había ingresado a un mundo donde el arte era el oxígeno. Fue muy gratificante el haber estado allí apreciando el arte de mi amigo, nos bromeamos por las edades y por las canas que hoy nos acompañan. Le confesé mi amor a primera vista por sus gordas y logré conquistar a dos de ellas, hoy han formado parte de mi colección. Me despedí de él, previo compromiso de volver a encontrarnos, esta vez no iban a pasar otros años mas para encontrarnos, intercambiamos nuestros correos electrónicos de paso que me indicó su web personal con sus obras.

El compromiso de encontrarnos dos semanas después se hizo efectivo. Esta vez me encontraba haciendo un trabajo de inspección en la construcción del hospedaje que unos de mis hermanos había empezado hacer en Máncora, eso me daba motivos suficientes para reencontrarme nuevamente con mi amigo. Sus contactos a través del ciberespacio se hicieron mas frecuentes.

El día esperado llegó, había planificado mi retorno a Máncora con el fin de ver el avance de obra del mencionado hospedaje, nos pusimos de acuerdo mi amigo y yo para encontrarnos, esta vez teníamos que culminar algunos temas pendientes que dejamos a medio terminar en la reunión anterior. Llegué a Máncora por la tarde después de un viaje agotador, pues hice escala en Piura. Aproveché el máximo del tiempo, haciendo todas las coordinaciones sobre la inspección del hospedaje, con el fin de darme tiempo para visitar a mi amigo, él se enteró de mi llegada y fue a visitarme, pero esas cosas del destino nos cruzamos en el camino, pudimos coincidir al día siguiente.

Me invitó a recorrer Máncora en su carro, en el recorrido pude apreciar el aprecio que le tienen, en broma me comentó; francamente que si postulo a la alcaldía de Máncora, de seguro que me la llevo… pero no, eso me robaría gran parte de mi tiempo que está dedicado al arte.
Efectivamente si mi amigo incursiona en la política, perderíamos por un tiempo su producción artística.

Continuará…