jueves, 25 de junio de 2009

- La Aguinela

LA AGUINELA

Esa era la época cuando disfrutábamos de la música que hoy al escucharla nos evoca los momentos de infancia ingresando a la adolescencia, cuando nos bañábamos de arena jugando a la aguinela - por cierto - nunca supe porque se llamaba así aquel juego, pero que lo disfrutábamos, eso si de seguro, jugábamos después de salir del colegio - por cierto - estudiábamos mañana y tarde, al medio día salíamos a nuestras casas para nuestro respectivo almuerzo, regresábamos por la tarde como a la 1:00 de la tarde para empezar una nueva jornada estudiantil; esperábamos el sonido de la campana de nuestra auxiliar y salíamos en estampida para nuestra formación en el patio de arena, contentos de nuestra salida, nuestra playa nos esperaba con el hermoso ocaso del nuestra playa mancoreña, con una pelota blanca nos reuníamos en la playa, Koko Atoche, Koko Salas, Martín Cojito, Jano, Pedro Pichirilo, Guillermo el Pollo, Jaimata – su nombre es Jaime - hermano de Jano, Eddy Pichirilo, Agustín Becerra – Hoy mi compadre - Leo atoche y alguno que otro amigo ocasional, no necesitábamos de una sofisticación en vestimenta, no existían los chimpunes ni las canilleras, teníamos lo necesario, el ansia de jugar al aguinela o un partido de fulbito, jugábamos descalzos, nuestros límites laterales era la orilla del mar hasta donde llegaba el agua, el otro extremo era hasta donde llegaba la arena blanca, nuestras porterías eran dos pequeños palos o dos piedras; todos éramos del barrio, del céntrico Máncora, si nos más recuerdo era fines de los setenta e inicios de los ochenta, estaba fresco en nuestra memoria el reciente mundial de Argentina 78, a veces en pleno juego adoptábamos los nombres de los grandes jugadores de esa época, Mario Alberto Quempes, Passarela, Rivelinho, Zico, Michel Platini, nuestros coterráneos Cubillas, El Cholo Sotil y tantos otros, en nuestros encuentros a veces transmitíamos nuestros partidos con nuestros nombres adoptados y en las anotaciones nos imaginábamos que estábamos ante un mar de gente en un estadio Argentino y gritábamos a viva voz nuestros goles, nuestros encuentros deportivos terminaban cuando entraba la noche, cuando Máncora recién era iluminada por luz artificial. A partir de la 6:00 pm. ó 6:30 pm. se prendían los dos motores para el suministro eléctrico de la ciudad, esta planta de luz lo administraba el Sr. Luzardo, un Sr. Respetuoso, de caminar pausado y tez oscura por el sol, nunca dejaba sus cajetillas de cigarro ecuatoriano Lark; Cuando nos dejó, su hijo Richard heredó los dominios de la planta de luz. Regreso a casa, volvíamos con la firme convicción de haber culminado una hermosa jornada y nos despedíamos hasta el otro día.

Después de muchos años vuelvo a evocar mi infancia, en aquel pueblo que me vió crecer y me dio momentos muy gratos al lado de mi fiel compañera el mar, este mar y su encanto con el rugir continuo de olas. Por esos destinos que la vida da, tuve que emigrar a la capital, cuando era muy joven, me aleje a mas de mil kilómetros de mi ciudad natal, dejé a mi familia y amigos entrañables, mis padres pensaron que era lo mejor para poder seguir o ir acostumbrándome a la vida, aun no me daba cuenta que ellos habían trazado un camino para mi futuro, querían que sea “alguien en la vida”, ahora que miro en retrospectiva mi vida, les estoy infinitamente agradecidos por enseñarme el camino y todas sus enseñanzas, son y serán mi referente, no quiero dejar pasar lo mucho que aprendí de ellos, mis amigos, cada uno me dejó algo. Cuando vuelvo a mi terruño, no necesito decirles gracias, ellos lo saben cuando les extiendo mi mano o les dio un fuerte abrazo. Hay tantas hermosas historias que espero puedan disfrutarlas aquellos que se sientan identificados con ella y espero nos podamos reunir algún día para disfrutar alguno que otro poto de chicha en el barrio Santa Rosa comiendo un cebichito de caballa un sudado de pescado con sus sarandajas o canchita o sino un plato de riqui riqui.

Cuando teníamos la tarde libre, dominábamos los cerros y disfrutábamos de su hermoso paisaje, el mar y su infinito, Máncora estaba en nuestras manos, en ocasiones subíamos con un pequeña radio y escuchábamos los acordes de la música de una radio ecuatoriana, eso era novedoso por el hecho, que eran las primeras veces que escuchábamos la Frecuencia Modulada, nos habíamos acostumbrado a escuchar la frecuencia AM, en su totalidad se sintonizaba radios del hermano país del norte, Tropicana, Radio Uno eran nuestras favoritas, Huancavilca con su especialidad en pasillos y Sutatensa la radio tradicional. Koko Salas descubrió una radio colombiana muy buena Caracol, solamente la escuchábamos de noche, nos enterábamos del mundo con esta radio, creo que desde allí despertó la vocación de ser un ratón de biblioteca y compartir nuestras enciclopedias o amenas lecturas con Koko, los gustos a las obras literarias, de Vallejo, Arguedas, Vargas Llosa, García Márquez, Rulfo, Cortazar y tantos otros literatos latinoamericanos.

Sucede que la música es un medio de transporte hacia el pasado, recuerdo la música de Domenico Madugno, Roberto Carlos, José Luis Perales, Julio Iglesias, Los Iracundos, Los Terrícolas, José Feliciano, Nicola D´vari, Los Doltons, Alejandro Jaén, Juan Bau, Dani Daniel, Leonardo Favio, Los Pasteles Verdes, Django, Manolo Otero y tantos otros, cuando la escucho me ubico en Máncora, jugando, leyendo alguno que otro libro, caminado por la playa o en una noche, llena de estrellas con la luna resplandeciente escuchando a los lejos el rugir de las olas de mi playa mancoreña. Era lo que llegaba a nuestras radios en AM, nosotros satisfechos porque de alguna manera empezaba a despertar nuestro sentimiento hacia una guapa mancoreña, a veces confidencializábamos sobre tal o cual chica, era un amor platónico, muchas veces la susodicha ni se enteraba de nuestro idilio virtual y mucho menos de nuestro rompimiento por la intromisión de otra sirena mancoreña en su reemplazo.

Hoy me enteré la partida del padre de un amigo, es extraño, pensar que algún día tenemos que partir, no somos eternos, pero la ausencia deja huella y la partida de un ser querido duele, los amigos de alguna manera tratan de apaciguar ese dolor. Recuerdo cuando mi madre nos dejó, sentí que el mundo había terminado, sentí por un momento, que todos mis proyectos trazados no los culminaría, digo esto, por el echo, que en la mayoría de mis proyectos, mi madre era mi mentora y cooparticipe de mis líneas maestras. Hoy a la luz de los años, no me explico como pude superar una falta tan inmensa, hasta hoy conservo su lozana sonrisa de mi querida viejita, sus anhelos, sus sufrimientos, a veces cuando solemos reunirnos nosotros los hermanos soltamos ese estribillo con un segundo de silencio posterior “si estuviera la vieja viva ...”. Es un dolor que se quedó allí, pero también es una gran satisfacción el saber que siempre estará con nosotros en nuestros pensamientos y no creo haberle defraudado. Cuando dialogaba con ella sentía que su gran temor, era si nosotros como hijos, no la ibamos defraudar, se proyectó al futuro por nosotros, tuvo su visión y cuando nos dejó, estoy seguro que su visión se había echo realidad. Recuerdo cuando crucé palabras por ultima vez, me dijo ... “hijo cuidate, estudia mucho...”. Bueno, hago lo puedo vieja.

Después de la partida de mi mentora, por un tiempo quedé a cargo de su negocio, mi hermano Cholo, tenía a su primogénita, por cierto su nombre es el mismo de mi mentora, Lubinda, sabía elección, Gladys, esposa de Cholo, nos ayudaba en cierta manera, comencé a ordenar un poco el negocio, con el correr de los días me dí cuenta lo mucho que se tenía que bregar para obtener una ganancia, allí comprendí lo que cuesta invertir, mi madre fue empírica, era, eso si, muy inteligente para los negocios, le venía de familia, sus padres, ósea mi abuelos fueron grandes comerciantes, estuvo en el negocio de las golosinas, de las bebidas, de los cigarros, del gas, de los abarrotes, del kerosene, de los útiles escolares, de las frutas, en fin, toda una diversificación. Como anécdota está, cuando en vísperas de navidad hizo un gran pedido de panteones, no vendió todos y al final tuvo que vender en rodajas, nosotros felices, porque a veces nos banqueteábamos con los panteones después de muchas semanas de haber pasado la navidad. Mi madre tenía un gran ángel, no escatimaba en que nosotros nos alimentáramos, nos solía decir, “prefiero que se alimenten con frutas pero nada de golosinas”, en la actualidad las golosinas no son mi predilección pero una fruta es mi manjar y la segunda generación conserva esta tradición.

Continuará...