jueves, 25 de junio de 2009

- Ciudadana de Quirichima I

Ciudadana de Quirichima

La conocí como Paula, desconocía sus orígenes, su apellido y su pasado, la familia la acogió como una integrante más de la familia, se hizo de mucho querer. Durante mi periodo escolar primario mis padres nos premiaba con un viaje a la gran ciudad de Chiclayo, en esos tiempos el viaje era todo un periplo, primero a Piura y luego se tomaba un comité – así le llamaban -, pasábamos por la antigua carretera panamericana; recuerdo mucho los puntos de viaje, la ciudad de la cruz de Motupe, la cuesta de Naipe, y otros pequeños poblados, este viaje era cansado, siempre solíamos llegar por la tarde a casa de la tía “la gorda”, la tía legendaria, uno de los matriarcas de la familia muy querida por nuestra familia, hoy casi nonagenaria no ha perdido la forma de ver la vida, de sus chistes de doble sentido, de su plato tipo paila y de su cuchara de madera, esos eran sus utensilios, contaba con un pequeño negocio de abarrotes y Paula era su mano derecha su hija adoptiva.

A mi madre le contó la historia de Paula, de su llegada por casa y como llegó a formar parte importante de su vida. Paula llegó casi adolescente por casa de la tía gorda, llegó con unas prendas sucias, desarreglada, llena de piojos y muy tímida, es su rostro se notaba un gran cansancio y maltrato, desconfiaba de todo el mundo; la tía, lleno del espíritu materno decidió ayudarla, supongo que como toda madre, la vio como a la hija que nunca tuvo. Paula no hablaba el español, pero entendió que a pesar de todo lo vivido en sus cortos años, existía ese mundo de los cuentos de hadas, de las bálsamos literarios, la tía gorda era su hada madrina.

La tía le dio abrigo, le dio alimento y lo más importante, le dio mucho amor; Paula nunca olvida ese espíritu solidario, aprendió hablar el español, por cierto la tía tuvo que batallar mucho para que pueda desterrar ciertas costumbres arraigadas de sus ancestros. Con el devenir de los años Paula empezó a mostrar ese lado de los seres humanos, se contagió del espíritu alegre de la tía.

La primera vez que salí de Máncora fué con destino a Chiclayo, fue el primer descanso vacacional del colegio, aún era muy niño, mi primer gran largo viaje, todos mis sentidos estaban atentos, mis ojos no cerraron ni un momento para descansar, estaba empezando a conocer el mundo, en mis libros había leído mucho del mundo, mi madre me había regalado un tomo del Tesoro de la juventud y me imaginaba el mundo a mi manera, este viaje creía que iba a conocer a todos esos personajes de mis cuentos, conocí a Paula, ella no estaba en mi cuento pero me gustó conocerla por su gran don solidario.

Llegamos a Chiclayo una ciudad inmensa un aire diferente al de Máncora, una vida intensa, un movimiento sin igual, por un momento me sentí abrumado por ese trajín. Nuestra tía la gorda junto con Paula nos recibieron en su casa con bastante algarabía, Paula se acomedía a acomodar nuestras maletas en el cuarto de huéspedes. Todo era nuevo para mi, me sorprendía que hubiese energía eléctrica durante el día, Paula nos llevó a la sala y prendió el televisor para pudiesemos ver algún dibujo animado, yo me sentía en otro mundo.

Continuará…