El pesimista que quiere que las cosas salgan bien...
Los caminos recorridos, si son buenos, dejan marcas como surcos indelebles en el pensamiento y son esos condicionales de vida que te permiten reorientar tu brújula y no perder tu norte. Aquellos que caen, tienen esa gran posibilidad de usar su libre albedrío para corregirse y no perder su esencia, todo depende de su formación ética. En un mundo "civilizado" la ética dominante es la colectiva, esa de la cual todos suscriben seguirla, practicarla y difundirla. Pero hoy me pregunto: ¿la cumplimos?, no..., intentamos o tal vez la observamos con un gran desdén porque eso es difícil, nos gusta lo fácil, el no esfuerzo y caemos, nos degradamos, involucionamos. Hoy somos una sociedad que en las últimas décadas ha dado avances muy significativos en el conocimiento humano, pero siento que en nuestro mundo interior el crecimiento ha sido ínfimo o negativo.
Hoy soy un pesimistas que quiere que las cosas salgan bien -frase prestada de mi amigo Bryce Echenique- por eso intento ser contra cultural, rebelde del mundo actual, pero a veces suelo perder esas pequeñas luchas cuando en mi entorno veo caídas de aquellos que estimas, producto de decisiones equivocadas del pasado. Aunque siento que es necesario, que aquellos que caen tienen esa posibilidad de levantarse, otros no lo hacen. La vida real no es esa novela con inicio y final feliz, es una constante lucha. La felicidad es un retazo de tiempo llena de regocijo que logras robarle a la vida y cuando esta llega hay que vivirla con la máxima intensidad.
Aún no me canso y creo no agotarme para predicar que no debemos alejarnos de nuestro mundo interior. Lo exterior, lo pelágico, lo superfluo no debe mover la balanza en la vida. La madurez se impone cuando el mundo interior es cultivado, he de allí el término culto. Término extraño e intimidatorio hoy para aquellos que quieren vivir en su ostracismo, en su mundo cuadriculado, que se dejan llevar por ese entorno lleno de basura visual y digital.
Debemos volver a nuestros orígenes a nuestras raíces y fomentar los buenos hábitos y los que sienten el llamado a abrigarse bajo el manto religioso no deben caer en el fanatismo. La palabra debe estar siempre acompañada de movimiento y de hechos.