Un día en el quirófano
Era un lunes diferente para él, desde muy temprano habíase despertado pensando que este iba a ser su primera vez en el quirófano, se enfrentaría a ese demonio interno, una operación le esperaba, muchos pensamientos se le cruzaron desde temprano, recordando su niñez, su primer amor, su nostalgia, sus progenitores ausentes, su soledad envuelta en silencio, su familia y sus amigos más íntimos. La hora a ese encuentro se acercaba. Por un momento pensó que tal vez podía quedarse dormido y no volver a despertar. Se preguntaba si el destino ya había sido escrito y estaba cursando sus últimos momentos en este peregrinar. Aunque demostraba una tranquilidad, en su interior sus demonios estaban de fiesta, danzando, mostrándole sus más íntimos temores.
Al medio día llegó al lugar esperado, fue recibido por las enfermeras de rostros parcos a los dolores. Él para olvidarse de esa coyuntura, había llevado un libro para entretenerse, pero la concentración le era esquiva, los segundos fueron eternos momentos, tomó nuevamente conciencia cuando estaba en la camilla rumbo a la sala de operaciones.
Sólo se preguntó si era feliz, si en algún momento de su vida había sido inmensamente feliz y pensó; ser feliz, ir siempre en busca de esa felicidad efímera, es uno de los propósito de mi vida. Una ecuación difícil a resolver, no imposible, pero que demanda una entrega total, sin mentiras, sin engaños, caminando con las manos abiertas cual sinónimo de transparencia y humildad.
Pensando en su felicidad, apagó su demonio del temor por un momento, volvió tomar conciencia de su realidad al primer pinchazo que sintió para recibir su primera unidad de suero, su cuerpo empezó a enfriarse y a temblar de miedo. En ese momento se ubicó en una sala blanca llena de reflectores, de equipos electrónicos adheridos a su cuerpo y rodeado de enfermeros y doctores que lo empezaban a examinar, empezó a viajar a un mundo no esperado, se olvidó de sus miedos, del tiempo, era presa de la droga del sueño, de la anestesia.
Volvió en sí cuando la noche había empezado a robarle a la tarde su tiempo y a entoldar de estrellas el cielo. Empezó a recordar su último momento de lucidez, le era difícil, aún sentía todavía los efectos de la droga del sueño, el miedo había empezado alejarse y sus ideas tempranas comenzaron a darle forma a su vida.
En la sala de recuperación con un dolor tenue en su cuerpo y en un silencio sepulcral, se dio tiempo para meditar sobre su vida. Se sintió sólo y pensó; a veces es mejor seguir el camino ausente, es el acto más noble de desprendimiento cuando se ama, es elegir ese espacio austero y dejar esa vida llena de dudas, con esos temores, llena de ambivalencias creadas por esas visiones obnubiladas del propio pensamiento. Tal vez lo decía por esa soledad que había empezado a sentir días antes.
Los días empezaron a pasar desde esa experiencia en el quirófano, la única secuela que le dejó, es que hoy está aprendiendo nuevamente a caminar cual niño que empieza a dar sus primeros pasos y espera levantarse a pie firme pronto y que esa soledad que hoy le acompaña se disipe en el tiempo.