domingo, 8 de diciembre de 2013

Se llama Esperanza


Se llama esperanza

Se llama esperanza, es amiga del silencio, se conocieron una tarde cuando el sol caía y la brisa marina invadía a Antonio sentado al borde de una pocita natural mirando el horizonte, era su espacio preferido. Siempre volvía a ese espacio para encontrarse, allí nació esa amistad producto de su largo trajinar, para evocar sus momentos idos, recordar aquella sonrisa, aquellos juegos, aquellos retazos de felicidad. Sólo él conoce ese espacio y cada vez que puede llega a la misma hora, a la misma pocita a sentir la brisa aquella y espera el mismo ocaso que el sol le regala.

El tiempo es lento para los que esperan, rápido para los que tienen miedo, largo para los que se lamentan y corto para los que festejan. Pero para los que aman, el tiempo es una eternidad. Antonio sentía que su tiempo estaba detenido; todo empezó cuando Maribel dejó de caminar a su lado.

Se conocieron en la capital, él venía de su pueblito acogedor ubicado en la costa norte, lugar de nobles pescadores artesanales de rostros oscuros quemados por ese sol ardiente que les prodiga todo el año. Ella recien había llegado a la capital, embajadora del señor cautivo. Las carpetas unipersonales del instituto ubicado en pleno centro histórico, fueron los primeros testigos de esa amistad que fue creciendo, alimentadose cada día por frases llenas de candor y mensajes ocultos por ese amor en ciernes.

Se acompañaron todo el tiempo que duró sus estudios. Antonio le regaló un espacio que tenía en su pueblo, le prometió llevarla a ese lugar, le describió que era el mas hermoso de los paisajes que había visto, era una pocita hecha de rocas formadas por miles de años a la orilla del mar, la llevaría a la hora cuando el sol se despide, le regalaría ese espacio, ese tiempo y lo vivirían juntos.

Culminaron sus estudios, Antonio volvió a su pueblo y Maribel al suyo. Prometieron frecuentarse, comunicarse, ya sea por cartas o llamadas telefónicas y mantener vivo sus sentimientos, el tiempo hizo lo suyo, ellos lo mismo, pero ese candor inicial se fue apagando, adormecieron el amor y pensaron que aquello fue una ilusión, para Antonio fue su esperanza.

Después de años volvieron a encontrarse, ella integraba la comisión de profesoras que acompañaban el viaje de promoción del colegio donde Maribel enseñaba. Escogieron visitar la ciudad de Antonio. En la ciudad los jovenes de promoción visitaron las playas, las pocitas, lugar preferido de Antonio y en la hora del almuerzo, detenidos para un descanso despues del intenso trajinar, la tertulia se hizo presente. Maribel se enteró de Antonio, de sus caminos trazados en su pueblo. Aunque quiso ocultar su interés, pudo mas ese sentimiento oculto por años. Afloraron esos gratos momentos que vivieron en la capital cuando jovenes se entregaban a sus atenciones.

Antonio recibió el mensaje de Maribel, encontrarse en la pocita, hoy lugar preferido de él, a la hora donde el crepúsculo marino es el paisaje natural mas hermoso de todo el día. El lugar prometido.

El encuentro estuvo cargado de emociones y nervios propios de la situación. Se contaron de sus vidas ausentes, de sus reclamos por no buscarse y dejar que el nadismo hiciera lo suyo por años. Los dos esperaron por años, pero esa llama inicial de promesas se fue apagando con el tiempo y ambos hicieron sus vidas no pensando que tal vez se encontrarían en ese lugar que se prometieron, lágrimas surcaron las mejillas de los dos, el tiempo había hecho lo que no hicieron, olvidarse y hoy amarse aunque tarde, pero en fin.

Me pregunto si el tiempo puede ayudar a disipar las penas, las frustraciones, las amarguras, las impotencias. Solo el tiempo lo sabe. Hoy él es mas sabio. Tomar decisiones por la naturaleza del destino, suele mover las fibras dormidas del amor, esas que quisieran que no existan porque lastiman. No pensaron que iban a despertarlas, pero hoy estan y tienen que convivir con ellas.