El título del
presente artículo obedece al deseo de dar relieve a las riquezas naturales que
Máncora ha tenido desde siempre y que en gran medida han contribuido al erario
nacional y regional, reafirmando su histórica participación y en la actualidad
su importancia turística, mezclados con el deseo justo, de lograr su
reivindicación.
Debo primero
manifestar que discrepo respetuosamente con aquellos que dicen que Máncora
tiene espacios definidos muy diferentes como la hacienda Máncora y el hoy
distrito de Máncora, y por tanto hay que hablar por separado de Máncora, no
mezclando las cosas, incluso que las proyecciones que se tengan a favor de su
beneficio deben primero observarse para no incurrir en error alguno. Criterio
que no toma en cuenta y olvida que ya como hacienda o distrito existe un
denominador común que es su nombre.
Paso a explicar
mi opinión. La hacienda era un territorio validado jurídicamente en la época
colonial ya que se le adjudicaba previa cancelación de su valor a un español
que lo solicitaba a través de un juez de tierras para hacerse cargo de dicho
espacio geográfico y de lo que en él
se producía para contribuir con sus
tributos al sostenimiento de la corona. En el particular caso que venimos
tratando, el Juez Dávalos Maldonado otorga en 1629 las tierras eriazas y
realengas de Máncora ubicada entre los ríos Tumbes y Chira a su primer
propietario, el militar español Martín Alonso de Granadino y así quedó hasta
muy entrado el siglo XX.
Ahora, los
distritos, provincias y departamentos son espacios que tienen su génesis en la
era republicana puesto que después que
se proclama la independencia del Perú en 1821, la división política del país se
establece de esta manera. Por tanto, es fácil entender que una cosa es hacienda
y otra es distrito.
Dicho lo
antelado, sostengo que el asunto es el nombre. ¿Porque es que aun extenso territorio situado entre los ríos más
caudalosos de la costa peruana como el Tumbes y el Chira, se le puso ese
nombre: Máncora?
Baltazar
Martínez de Compañón, obispo de Truxillo del Perú, hizo en el siglo XVIII-
hacia 1783- que sus cartógrafos definan el partido de Piura y en uno de sus
mapas se aprecia claramente que entre ambos ríos solo se hubiera señalado
claramente un poblado, Máncora. Al poner el poblado de Máncora al lado de su
escorrentía entonces creemos que fue el centro que desde muy antaño ejerció
poder en tan vasto territorio. A la luz de las investigaciones que de Máncora
estamos haciendo, reiteramos que el inmenso espacio que mencionamos tuvo por
así decirlo una especie de propiedad a favor de un hombre que pudo ser un
principal, un cacique o alguien parecido que tenía poder sobre todo lo que hubiera en dicho gran
espacio geográfico.
Colegimos ahora
que el nombre de ese territorio fue respetado por los españoles pues no nos olvidemos que Máncora fue parte
del territorio Tallán, cultura ancestral pre inca, tal como lo señalan historiadores cuyas fuentes documentales
fueron los cronistas de la conquista o en el caso de los arqueólogos cuyas prospecciones realizadas en el entorno
regional los han hecho arribar a estas conclusiones, que Máncora fue Tallán.
Máncora es la
españolización del Mancura Tallán tal como lo sostiene el reconocido
Arqueolinguista piurano Rudy Mendoza Palacios, quien sostiene que el segmento
toponímico URA tiene que ver con el elemento natural agua y el MAN o MAM con el
Sec Colán padre, lo que podría explicarse como padre del agua, quizá por el agua de su quebrada conocida hoy como
Fernández y el mar prodigioso que lo baña. Recordemos que entre el Tumbes y el
Chira la única quebrada que abastece a su propio pueblo con agua es la quebrada
Fernández, debido a su riquísima napa
freática cuyo volumen, incluso, alcanza para compartir abasteciendo al vecino
distrito de Los Órganos. Además no olvidemos
que los nombres originarios de varios pueblos de Piura tienen toponimia tallán
como Sechura, Catacaos, Colán, Piura, Poechos, etc.
Finalizo la
introducción diciendo que, pasando la
era colonial, Máncora siguió como hacienda y después de 87 años de proclamada
la independencia, recién alcanza el status de distrito de la provincia litoral
de Paita. Pero su nombre siguió siendo
respetado, Máncora, porque ese nombre se le atribuyó al naciente
distrito cuya capital sería el pueblo de Pariñas, tal como lo señala la Ley de
creación N° 818 del 14 de noviembre de 1908.
Todo el
territorio del distrito de Máncora desde 1908 hasta 1956 era lo que hoy en día es la totalidad territorial de la
provincia de Talara y por tanto creo que decir que hay que diferenciar los espacios de hacienda y distrito, es poner
en minúsculas el nombre de Máncora y
más aún cuando se esgrime que debe tenerse cuidado con sus proyecciones olvidándose la gran riqueza que de él se desprende.
Discrepada la
posición de quienes dicen que hay que diferenciar los territorios, con los
argumentos históricos aquí expuestos, pasamos ahora a enumerar las riquezas que
ha aportado Máncora, y que sustenta lo
dicho, que esta tierra es bendecida por siempre.
Primero hablemos
del carbón.
El carbón vegetal
producto de la quema del portentoso algarrobo de sus campos, se embarcaba en
las playas de Máncora entre los siglos XIX y hasta muy entrado el XX para
movilizar las grandes máquinas a vapor como ferrocarriles y barcos. Hacia el
Callao por la vía de Paita o Guayaquil
era llevado el carbón para su comercialización. Grandes embarcaciones
acoderaban en su rada y en balsas se llevaban el carbón hasta depositarlos en
las bodegas de los barcos, para luego
ser trasladado hasta su destino final. El carbón fue una industria muy
lucrativa pues era el combustible para el transporte de personas y cargas. La
Aduana del Perú, cobró a favor del erario nacional impuestos y tributos por
este concepto en grandes cantidades.
Si hablamos del
petróleo, empezaremos diciendo que en Zorritos cuando se explota el primer pozo
petrolero de Sudamérica en el siglo XIX,
esta localidad tumbesina pertenecía a la hacienda Máncora y que como ya lo
dijimos en anterior artículo, cuando se agota el petróleo en Zorritos su
explotación se traslada hacía el sur en
los predios del distrito de Máncora desde 1908 en adelante, sin dejar de decir
que las secciones de la Brea y Pariñas pertenecían a la hacienda Máncora, desde
la época colonial. Máncora tuvo petróleo, ya como hacienda, ya como distrito y
por ello es que hoy reafirmamos que debe dársele una justa distribución del
canon petrolero, pues a mérito de los sólidos considerandos que se esgrimen y
por la territorialidad recortada, se debe resarcir de esta manera a nuestro
distrito.
Brevemente hemos
tratado del carbón y el petróleo, ahora hablemos de la pesca.
La pesca ha sido
un rubro industrial, económico y laboral muy importante de Máncora, pero
lamentablemente muy venida a menos desde
hace muchos años por la sobre explotación de su riqueza ictiológica en la que
confluyeron intereses económicos particulares muy fuertes y la
permisividad de funcionarios venales del
estado que permitieron la liquidación de la gran biomasa de su archiconocido banco marino de Máncora.
En los años
dorados de la pesca, Máncora generó fabulosas cantidades de extracción hacía la
mitad del siglo XX exportándose Pez Espada, Pez Aguja, Tuno, Barrilete, etc., a
diferentes países de América y Asía. Entre 1956 y los años setenta incluso
había Aduana Marítima en nuestro distrito, lo que revela la recaudación de
impuestos y tributos por este rubro, pues la instalación de un puesto de
control aduanero no significa otra cosa que recaudación de dinero a favor del
estado y por tanto no es gratuita su permanencia en ningún lugar, si es que no
tiene este propósito.
Conocido
entonces el gran aporte a la caja fiscal del Perú, ¿que nos queda ahora como
principal fuente económica? Sin lugar a dudas, el turismo.
Máncora es un
polo de desarrollo turístico y desde esa óptica y pensamiento se debe trabajar
para dar sostenibilidad en el tiempo a esta actividad. Tiene Máncora hermosas y
limpias playas, una gastronomía exquisita, ofrece además turismo rural y
ecológico y en cuanto más turistas lleguen aquí, entonces más turistas llegaran
a otros destinos cercanos buscando conocerlos como Los Órganos, Cabo Blanco,
Lobitos, Negritos, Catacaos, Punta Sal, Zorritos, La Cruz, Puerto Pizarro y
Tumbes y es por ello que reiteramos que es un polo de desarrollo pues atrae,
invita y genera un inusitado movimiento económico y más aún, que no debemos
olvidar que pertenece al circuito de playas del norte, del cual es su principal
exponente.
Jorge Santayana
dice que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla y
por tanto al conocer lo que siempre hemos sido y aportado, nos llamará a
coadyuvar en el cuidado de esta denominada industria sin chimenea, quizá la
última oportunidad que tengamos para desarrollarnos como debe ser.
Lo nuestro no es
chauvinismo, no es un desmesurado amor y apego a la tierra, pero a la luz de
los hechos nuestra voz se alza fuerte para exigir la
reivindicación histórica que merece y
por tanto debemos hacer propio el reclamo justificado por que a Máncora se le
dé un trato justo en la distribución del canon petrolero, asignándosele mayores
recursos económicos vía transferencia del MEF a su municipio para dar mayor
sustento a su clara preeminencia turística ya que como hemos dicho, es
indudablemente un polo de desarrollo que necesita indefectiblemente de atención
estatal y capitales privados, pero también de hombres probos en el manejo de su
diario devenir, pero asimismo de la unión de todos sus hijos y de quienes la
eligieron por sentimiento y corazón.
Jorge Antonio
Salas Arica.