lunes, 31 de octubre de 2011

Todo volvió a comenzar



Una canción que se cruzó y me hizo evocar sentimientos idos

Mi adolescencia tuvo sus matices; alegrías, tristezas, amores iniciales, desamores dolorosos, pero sobretodo amistades duraderas. Hoy volví a recordar una de esas amistades que tanto aprecio, lo volví a recordar porque me crucé con una canción de José Feliciano que hace mucho no la escuchaba. Me hizo recordar las caminatas por la playas de mi Máncora con mi amigo, de esas caminatas por las noches escuchando las radios del Ecuador, de Colombia y otras que por la onda corta nos regalaban melodías hermosas y nosotros enamorados de nuestras ninfas mancoreñas, intercambiábamos nuestros pareceres, yo enamorado de ella, de aquella flaca mancoreña de hermosa sonrisa llena de imperfecciones pero yo la superaba en mis imperfecciones, ella muy pipirisnice y mi amigo enamorado de su diosa de ebano espigada, de cuerpo sirenal.

Era esa época que pasada las 12 de la noche, Máncora volvía a la penumbra, el Sr. Luzardo apagaba el grupo electrógeno que daba luz a la ciudad. Nosotros nos refugiabamos en el parque de Máncora, el antiguo parque, junto a nuestro héroe Miguel Grau, yo con mi radio junto a mi amigo en un silencio desnudo, la noche era nuestra, llena de estrellas, escuchando nuestras melodías y a lo lejos el mar con sus olas rompiendo por momentos el silencio.

Hablábamos de nuestros sueños, de lo que queríamos conquistar, pero sobre todo estábamos cultivando algo que siempre supimos que iba a perdurar; la amistad... si esa amistad que ha pasado por muchos años y aun perdura y perdurará. Eternos soñadores éramos, queríamos que el mundo nos escuche, juventud sana, enamorada de la vida, de la literatura, de los libros, y enamorados de nuestras flacas, de nuestras playas vírgenes aun no invadidas por esta diáspora actual. Mis vacaciones siempre estaban dirigidas para pasarlas por allá en mi Máncora.

Volví a ella hace poco y le robé un pedazo de su tiempo a mi amigo, nos fuimos a comer un ceviche donde nuestro amigo Tino y platicamos un rato. Me sentí un agradecido de la vida por volver a respirar ese aire de antaño, le agradecí a Dios en mi ser, porque aun la esperanza permanece y que todo lo que ha cambiado puede volver algún día, basta que aún esté en nuestros pensamientos esos gratos momentos.

Esta melodía la escuchamos por primera vez en el parque. La tenía grabada en uno de mis cassette. A mi amigo le gustó desde el inicio y me la hizo repetir, particularmente al inicio no le presté la atención debida, pero después de escucharla, entendí que esa era mi historia también y la historia de muchos de los enamorados y José Feliciano la había plasmado tal como era, una historia de enamorados cuando se conocen. Desde allí, por muchos veranos ó vacaciones que tenía, construíamos el ambiente aquel; la noche en penumbra, el silencio desnudo, mi radio, el mar con sus olas, mi cassette, la melodía y nosotros, los enamorados de nuestras dulcineas, yo por mi flaca pipirisnice y mi amigo embriagado por su morena de cuerpo sirenal, así es como pasé el tiempo queriendo a la vida, a la amistad, a mi Máncora y a mi amor...y todo volvió a comenzar.